¿Te gusta el ambiente festivo? Entonces no podes perderte el carnaval de Oruro. En el blog te contamos acerca de este carnaval boliviano que es una verdadera fiesta.
¿Te gustan las fiestas populares?
En Oruro, en la zona centro-oeste de Bolivia, desde hace años se celebra un carnaval que es muy propio de allí.
La ciudad de Oruro es una de las más altas del mundo, y la festividad ha sido declarada Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad por la Unesco, en 2001.
El colorido Carnaval de Oruro
El sincretismo
El Carnaval de Oruro se destaca de otros por su sincretismo religioso.
El sincretismo es un proceso, generalmente espontáneo, en el que se amalgaman o unen dos creencias distintas. En este caso, las de los pueblos originarios y la católica llevada por los conquistadores.
La celebración comienza con los rituales de noviembre, vinculados con el culto a los muertos y a los santos. Y concluye en la época de carnaval propiamente dicha, en febrero o marzo.
En el Carnaval de Oruro el turista puede admirar, a lo largo de un recorrido de unos tres kilómetros, una rica variedad de danzas vinculadas con la amplia diversidad cultural del país.
Una de ellas es la diablada. Allí, mujeres y hombre disfrazados como diablos realizan movimientos coreográficos mientras una persona vestida como el arcángel Miguel los guía hacia la salvación.
Otra danza es la morenaza o morenada, que surge en las cercanías del lago Titicana. La danza rememora el sufrimiento de los indígenas sometidos como esclavos durante el período colonial.
Sonidos, tradiciones y muchos colores en las calles de Bolivia por el Carnaval de Oruro
Figuras destacadas
Lo bailarines que representan a los caporales son, así mismo, figuras destacadas en esa fiesta.
Ellos actuaban, en la época española, como capataces que mandaban sobre los esclavos llevados a esas tierras. En general, los caporales eran morenos o mestizos.
Los llameros, otros arquetipos de esta celebración popular, representan a los pastores que cuidaban los valiosos ganados de llamas, animales de los que dependía la supervivencia de muchas comunidades.
La fiesta concluye con el ingreso de los bailarines, de rodillas y entre lágrimas, a la Iglesia de la Virgen del Socavón.
